Maíz y Dios del Rayo
El maíz y los pueblos Indios
El maíz ha sido siempre nuestro sustento. Es el alimento que la Madre Tierra generó para damos vida. Desde hace años, sin embargo, todo parece conspirar contra nuestro sagrado maíz. Las amenazas empiezan con la escuela, que descalifica el trabajo en el agro. Una encuesta que hicimos hace un tiempo con niños de primaria y secundaria nos mostró que los que habían caído de lleno en las redes escolares se habían alejado del conocimiento generado por nosotros.
Quienes más saben de la vida en la comunidad, del trabajo agrícola y del maíz son los niños más alejados del centro y naturalmente son los faltistas y con las peores calificaciones. Ya jóvenes se ven obligados a emigrar perdiendo también su contacto con la tierra porque los sueños a los que se tienen que aferrar requieren otro conocimiento, diferente y opuesto al propio.
En nuestros pueblos la gente que ha decidido vivir de su herencia saben bien cómo cultivar el maíz. Conocen todas las variedades, el calendario para usarlas, el cuidado que debe darse a cada una. Producen su semilla de acuerdo con cada tipo de terreno. Contra esos saberes han contribuido diversas políticas; Conasupo vino a enseñar a todos que en vez de sembrar, se debe preferir el maíz malo y barato que surte a las tiendas comunitarias y que se ha de comprar, aunque ese maíz pueda comparársele con nuestro maíz criollo. Se usan los subsidios para desalentamos. Cuando en nuestros pueblos se venden algunos excedentes de maíz a cuatro pesos el kilo, llega Conasupo a venderlo a la mitad, con subsidios de allá y de acá, para que dejemos de producirlo. Así, además, nos contaminaron con los transgénicos, que ya llegaron a Oaxaca Y amenazan ahora nuestras variedades.
El maíz es una forma de mantener nuestra relación con los dioses. Entre nosotros, los llamados triques de Chicahuaxtla, gente de la cultura nanj ni in, como empezamos a reconocemos; el Dios Rayo, el que nos trae la lluvia, y por lo tanto hace que la tierra florezca y nos alimente, es el más importante. Pero lo habíamos estado olvidando. Un día al asistir a la ceremonia que se celebra año con año al Dios Rayo en La Concepción Itunyoso, comunidad vecina, el señor que dirige la ceremonia me platicó que en una ocasión había soñado con el Dios Rayo que ellos cuidan y que este le dijo que habita en una importante cueva en la comunidad de Santo Domingo, y se quejaba con mucha tristeza porque hacía mucho tiempo que se habían olvidado de él. Tan pronto tuve oportunidad le platiqué este hecho a la autoridad municipal de Santo Domingo por cierto compuesta de jóvenes quienes consideraron importante retomar la ceremonia.
Para ello había que realizar varias actividades; la primera fue buscar información entre los viejos sobre la ceremonia pero en la memoria no hubo referencias, sólo la seguridad de que la influencia cristiana se había encargado de borrarla. Este vacío se pudo llenar cuando se le pidió a don Martín que condujera y enseñara el procedimiento para realizar la fiesta. Así organizaron las autoridades el reencuentro con el Dios Rayo propio llevándole ofrenda a su casa. El día de la ceremonia, estando listo todo lo que se había preparado y ya con la presencia de don Martín, acompañados de la banda de música, del dueto de violín y guitarra, cuetes, pulque, huevos, copal y un gallo para sacrificarlo, iniciamos el camino. Conforme subíamos, de los senderos se sumaban mujeres, niños, hombres; muchos con velas y flores. Cuando llegamos a la cueva estaban allí casi todos los habitantes del pueblo. Se limpió la entrada, luego don Martín pidió que lo acompañara el señor nombrado para aprender la ceremonia; tomaron el gallo y se dirigieron a la parte de la cueva que vieron como el lugar importante, en donde le cortaron la cabeza al gallo y ofrendaron su sangre; continuaron por los siete lugares ubicados como importantes ofrendando pulque, huevos, flores, ensomando con copal, mientras el resto de la gente mantuvo encendidas sus velas. Cuando terminó, platicó sobre las señas que encontró y dijo que no llovería pronto porque las gotas de agua que caían de las piedras se asemejaban a los pasos de un flojo; sin embargo, había que preparar bien la tierra para que cuando llegara la sagrada lluvia, la milpa y todas las plantas crecieran con fuerza para alimentar a todos los seres vivos. Fue muy emotivo que los niños y jóvenes buscaran con mucha vehemencia las palabras del viejo acercando sus grabadoras para que no se les perdiera ninguna.
Después de compartir la comida ofrecida por las autoridades y la música de la banda y el dueto regresamos al pueblo. En la Casa de la Autoridad el agente municipal ofreció sus palabras de agradecimiento a don Martín y un cartón de cerveza, a lo que contestó diciendo que él le agradecía a las autoridades y a este pueblo por no olvidarse del Dios Rayo y el reinicio de la ceremonia ya que ésta trae consigo sentirse mejor con el trabajo por la milpa, por lo que la cerveza tenía que ser para todos. Tomó su violín y empezó a tocar y bailar canciones a la lluvia, al conejo, a las flores, etc. Entre baile y pláticas entre viejos y jóvenes reunidos comentando el suceso, de repente llegó una llovizna ligera, casi como una brisa, a pesar de que el principio de año había sido muy seco y caluroso, lo que provocó una gran alegría entre los asistentes y así la fiesta siguió.
Así empezamos a retomar el camino del Dios del Rayo. Hace tres años que se repite la ceremonia, con muchos jóvenes, de los que viven en la comunidad y los que llegaron de la ciudad a vacaciones, hijos de los que han emigrado, y ahora se ha creado una nueva mayordomía en la comunidad.
También estamos recuperando las señas que nos indican lo que debemos hacer. Todavía tenemos muchas. Sabemos que cuando la Luna tiene casa va a haber vientos. Algunas señoras pueden ver las figuras de las nubes que anuncian la helada. Julio es el mes piedra, en que nunca se debe sembrar.
Los animales también nos traen sus señas, según se comporten. El coguí, un pájaro de las barrancas, nos dice con su canto que va a llover y que debemos prepararnos para la siembra.
No nos es fácil reivindicar lo sagrado del maíz. La escuela y los profesionales lo envuelven en otros conceptos, para convertirlo en una mercancía y quitarle su sentido. Pero tenemos mucho en qué apoyamos. Persiste entre nosotros un profundo respeto por la Tierra, nuestra Madre, que nos cobija y nos alimenta. Por eso se nos indigna el corazón cuando vemos que es maltratada, destruida por la ambición y la avaricia; cuando nos es negada a sus dueños ancestrales; cuando se rompe su equilibrio natural con tanto producto industrializado.
Ya estamos cansados de que se nos siga estudiando sin comprendernos jamás. Con la forma occidental de ver el mundo se niegan todos los saberes generados por nuestros pueblos. Nosotros criamos el maíz, ese alimento sagrado que nos da existencia, y seguimos dándole fuerza y presencia propiciando nuevas variedades y formas de cultivarlo. Algunos científicos han empezado a reconocer nuestros saberes. Pero cuando llega un agrónomo hasta nuestros pueblos que por fortuna no es muy seguido, nos dice que el maíz ya numerado, producido en su centro de investigación, es mejor que el nuestro. No sabemos qué haya hecho ese maíz allá lejos, pero sí sabemos que no conoce nuestras tierras, que no sabe cómo son aquí las cosas. Pero así pasa con todo. Si construimos una casa con materiales propios, adaptados a nuestro clima, llega un arquitecto a decimos que para tener una vivienda digna necesitamos usar material industrializado. Si invocamos a nuestros antiguos dioses, llegan los religiosos a decimos que lo nuestro es superchería y ellos nos traen la verdad. Por eso queremos decirle a la civilización de la destrucción que la nuestra es de convivencia. Que estamos esperando que aprendan a miramos.
Como parece que no han podido entendemos, nos toca a nosotros, a los triques, mejor dicho «a la gente de la cultura nanj ni’in» y a otros pueblos indios, tratar de hacemos comprender. Nos preocupa que algunas de nuestras iniciativas sean vistas como amenazas para la nación mexicana. Algunos dicen que son reflejo de nuestro atraso, que no nos caería mal una buena mano de modernización política, económica e ideológica, y así fundamentan programas asistencialistas que ahora están hasta en la Constitución. Nos ofrecen y prometen cosas que no queremos y cuya llegada vemos con preocupación. Por eso sentimos la necesidad de explicamos ante los demás.
La Constitución reconoce ya que México está formado por diversas culturas, pero todos sus artículos, lo mismo que su estructura y organización, están escritos y concebidos desde la visión de una de esas culturas, que nos excluye a las demás. Buena parte de esos artículos son herencia de culturas europeas que fueron impuestas a los mexicanos. Se prefirió esa tradición ajena a las muy ricas de nuestros pueblos.
No se trata de abrimos un hueco en la Constitución, para que por ahí podamos colamos. No se trata de incorporarle normas que nos «protejan’: Esas normas nunca nos han protegido; al contrario, han servido para dividimos y manipulamos, han legalizado despojos. Han menguado nuestra autonomía, debilitaron el respeto tradicional a nuestras autoridades, trastornaron nuestras costumbres. Pertenecemos a la nación mexicana y queremos, seguir estando dentro de ella. No buscamos independizamos de México y ni siquiera pretendemos que se formen nuevos niveles de gobierno dentro de la estructura vertical del Estado, para que ahí se establezcan áreas administrativas que se pongan «en nuestras manos’: De ese modo sólo nos encajarían en una forma de gobierno que nos es ajena y se seguiría disolviendo a nuestras culturas y a las formas en que podemos conducimos a nosotros mismos.
Nuestra aspiración principal consiste, a final de cuentas, en que al reconocer nuestra existencia, como ya no se tiene más remedio que aceptar, se reconozca también que tenemos formas propias de vida, de gobierno, de aplicación de la justicia, que corresponden a visiones filosóficas y políticas distintas a las dominantes. Aspiramos a que se establezcan procedimientos jurídicos y políticos en que pueda caber la pluralidad de visiones que caracteriza a los mexicanos, señalando con claridad cuáles son los límites y ámbitos de cada régimen, bajo condiciones de mutuo respeto.
Aspiramos, en suma, a que se reconozca nuestra autonomía. Los Acuerdos de San Andrés fueron un paso adelante muy importante. Deben cumplirse. La iniciativa constitucional a la que dio forma la Cocopa fue muy discutida en nuestros pueblos. Aunque le faltaban muchas cosas, sentimos que era un avance indispensable. Lo seguimos pensando.
Si de todo eso se trata, nada más importante que el maíz, que sigue siendo el centro de nuestra vida. Lo están desconociendo al igual que a nosotros. Aquí nació, desde aquí se extendió a todo el mundo, pero ahora quieren que lo abandonemos. A través de cada acción que llega a nuestras comunidades nos están diciendo que en otros países pueden producirlo mejor que nosotros, que nuestra manera de cultivar ya no sirve, que debemos dedicamos a otra cosa y con lo que ganemos comprar el maíz importado.
Las acciones contra el maíz y los campesinos vienen de muy lejos, pero con nuestras luchas habíamos conseguido que el gobierno mantuviera muchos apoyos para nosotros. Es cierto que ese aparato se corrompió y se utilizó siempre para manipulamos. Uno de sus peores efectos fue hacemos dependientes de lo que nos daban. Nos crearon, por ejemplo, la adicción a los químicos, que tanto dañan el suelo, porque sin ellos ya no podíamos levantar buenas cosechas.
En los últimos veinte años se desmanteló todo ese sistema de apoyos, lo que nos afectó mucho y se convirtió en uno de los factores para obligarnos a emigrar. Pero no por eso se acabó la manipulación, que unas veces se practica con los programas asistencialistas individualizados; y otras, con amenazas políticas y policíacas.
Cultivar nuestro maíz no es una actividad más, entre otras, que podemos abandonar sin dificultad para usar nuestras capacidades en cosas que nos dejen más dinero. Es cierto que tenemos muchas capacidades, que ser campesino o vivir en el campo significa siempre realizar muy distintas actividades que nos hacen aptos para muchas cosas. Pero esas otras oportunidades de que nos hablan son casi siempre ilusorias. Además, dejar el maíz no es un simple cambio de trabajo o empleo, para hacer lo que llaman actividades «más productivas». ¿Qué puede haber más productivo que la maravillosa milpa?
El maíz es una manera de ser y de vivir, que nos relaciona a la vez con nuestra Madre Tierra, con los dioses y con todos los demás, con los vivos y con los muertos. Nos relaciona con nuestros abuelos, con los que acumularon el saber del maíz a lo largo de miles de años. Nos relaciona con nuestras familias y nuestros vecinos, como expresión profunda de nuestra forma de convivencia. Nos relaciona con el mundo al que regalamos el maíz, que salió de aquí para llegar hasta el último rincón de la Tierra.
Para los pueblos indios, el maíz es una manera de expresar lo que hemos sido, la grandeza de las civilizaciones que creamos, la satisfacción de ser portadores de una antigua tradición que supo conversar con la Naturaleza para hacer juntos una vida creativa y placentera, la cual adquiere mayor validez en la actualidad.
Expresamos también, con el maíz, la decisión de seguir siendo lo que somos, enriqueciéndonos continuamente en la interacción con otros pero sin apartamos de nuestro camino.
Encontramos el maíz en todos los hechos históricos llamados «mitos» -¿será para que pierdan valor?-, tradiciones y rituales que hablan de nuestro origen, de la forma en que fuimos creados y pudimos florecer. Seguimos fieles a esa historia, rescatándola de todos los olvidos y agresiones, pero no estamos encerrados en ella. El maíz nos enseñó también a abrimos a los otros, a los diferentes. Aprendimos con él la hospitalidad y generosidad que hasta hoy nos definen.
Con el maíz hemos aprendido a soñar un país en que quepamos todos. Así como fuimos criando miles de variedades de maíz, adaptadas a las condiciones de cada lugar, así como florecieron en estos territorios muy distintas culturas, cada una con su carácter propio, todas sustentadas en el maíz, soñamos en construir un país abierto a todas las formas de ser y pensar que tienen los mexicanos.
Por ello esperamos que las políticas gubernamentales, privadas y socia- les, efectúen una revisión concienzuda sobre lo que está pasando con el maíz, que evalúen el efecto que han tenido en las comunidades indígenas; que piensen en que sus políticas han promovido por años que la gente del campo pierda el gusto y confianza en sí misma por dedicarse al cultivo de la tierra, o del maíz si así se precisa mejor, y que por ello se induce a los hijos a dedicarse a cualquier otra actividad, empleado de gobierno o de maquiladora, pero no a convivir con la tierra y de la tierra.
Hemos dicho con firmeza que nunca más deberá concebirse un México sin nosotros. Decimos también, con la misma firmeza, que ese país nuestro, el que nos incluye, es un país que ha de devolver al maíz el lugar que tiene entre nosotros. Lejos de arraigarlo en el atraso y la miseria, como aún sostienen los prejuicios comunes, dar al maíz su lugar es garantizar autonomía para todos, una vida sana en armonía con la Naturaleza y una nueva esperanza de justicia y transformación.
Sin maíz hay no hay país, El maíz de las culturas, Articulo de: Marcos Sandoval/ Triqui